Los titulares de la prensa no preocupaban a la familia Petkoff |
Cuando la Junta Revolucionaria tomó el poder en 1945, el país era un hervidero, pero Teo, un adolescente de 13 años, prefería recorrer en bicicleta la para entonces campestre urbanización Los Ravelos, donde vivía con sus padres. Su cabeza -lejos de caliente- estaba muy asentada, fría y calculadora. Como siempre, sólo preocupado por él mismo (y por autocomplacerse).
En su mocedad, buena pinta, narcisista, individualista, egocentrista y pantallero, era todo un “culito apreta'o”. Destacó como semanero y jalabola mientras estudiaba en el liceo Andrés Bello. Vivía plenamente la dictadura de Pérez Jiménez y mostraba mucha prudencia política. Aún no se mostraba tan bocafloja como sus hermanos.
No obstante, ya en mayo de 1961 logró un curul en el Congreso. Teodoro se convirtió en parlamentario comunista. Atacó duramente la ``Ley de Hambre'', cuyo verdadero nombre reseñamos a pesar de lo largo: Ley de Medidas Económicas de Urgencia y de Reforma Parcial del Impuesto Sobre la Renta y de la Ley de Impuesto sobre Sucesiones y otras ramas de la Renta Nacional. Principios que años después inspiraron a Petkoff durante su gestión como jefe de Cordiplan.
Al presentar al Congreso la “Ley de Hambre” -un año antes del Carupanazo-, Betancourt explicó que con ella se buscaba equilibrar el presupuesto transitorio julio-diciembre de 1961 y ``sentar las bases para un definitivo equilibrio de los próximos ejercicios fiscales, como única forma sensata de mantener una sana situación fiscal e impedir una inflación desordenada e incontrolable''.
Un argumento fácil de resumir con la frase petkoffiana de moda: “Estamos mal, pero vamos bien”. Que por cierto, no es suya, sino que se la plagio a Carlos Menem.
El discurso de Petkoff, relacionado con la mencionada ley, en la Cámara de Diputados lo reprodujo la fracción del Partido Comunista de Venezuela, dirigida por Pedro Ortega Díaz (fallecido recientemente), en Gaceta Parlamentaria, publicación quincenal que a medias llenaba el vacío dejado por la suspensión, el 27 de noviembre de 1960, del medio militante Tribuna Popular.
A pesar de la furia con que Rómulo Betancourt persiguió a la izquierda, la familia Petkoff se fortaleció económica y socialmente |
Los ataques de Petkoff a la “Ley de Hambre” costaron mucho al PCV, al igual que los que en la Casa Sindical lanzó el también diputado comunista Eloy Torres, calificado como ``asesino'' por los adecos de la Confederación de Trabajadores de Venezuela de aquellos años.
Se pidió el allanamiento a la inmunidad de Petkoff con el alegato de que había participado, en plan dirigente, en la llamada ``insurrección popular'' de noviembre de 1960, cuando lo cierto era que aquélla había sido una serie de protestas callejeras, sobre todo en Caracas, entre pregoneros de Tribuna Popular y distribuidores de Combate (periódico de AD).
Teodoro Petkoff, para el momento, estaba en cama en el Hospital Universitario. Vaya casualidad, cómo le ocurrió toda su vida, cada vez que la adversidad lo sobrepasaba, el “catire” se enfermaba.
En realidad, lo que buscaban los adecos era presionar a Teodoro para que delatara a los responsables de los editoriales aparecidos en Tribuna Popular, que atacaron fuertemente al gobierno.
Así títuló Tribuna Popular la caída de Pérez Jiménez |
Finalmente, el dedo acusador se dirigió hacia Gustavo Machado, director de Tribuna Popular, cerrada por haberse hecho eco de los sucesos, y apuntó a Domingo Alberto Rangel, acusado de haber escrito los editoriales que en realidad, con los años, se supo salieron del tintero de Gumersindo Rodríguez, exmirista tránsfuga y apóstol de Cordiplan en el primer mandato de Carlos Andrés Pérez, y uno de los hombres más ricos de Venezuela.
Por aquellos días, CAP mandaba más que Dubuc en el Ministerio de Relaciones Interiores. En 1962, el gocho asumió papel protagónico con el Carupanazo y el Porteñazo, la inhabilitación del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y del PCV, ``la crisis de los cohetes'' e incluso llegó a encargarse de la Presidencia durante los días de febrero de 1963, cuando Betancourt viajó a Washington con toques en algunas capitales del ``patio trasero'' del imperio.
En agosto de 1963, CAP abandonó el despacho de Carmelitas para incorporarse a Diputados, no sin que la izquierda parlamentaria lo motejara de ``ministro delincuente'' y Hemezé (seudónimo de Manuel Caballero) de ``bachimín'', es decir ``bachiller-ministro''.
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