La historia tiene la deuda de aclarar quien pacíficó al país: Raúl Leoni, desapareciendo y torturando guerrilleros; o Rafael Caldera llamándolos a compartir el poder |
Muchos combatientes se integraron a la vida puntofijista. Sin embargo, en una entrevista concedida al Diario de Caracas en 1993, el propio Petkoff desmitificó la acción "pacificadora" de Caldera.
Argumentó que ésta no hubiese sido posible si dos años antes -en abril de 1967- el Partido Comunista no hubiese resuelto renunciar a la lucha armada.
El fundador del MAS endulzó su prepotencia y agregó: “Caldera demostró ser un hombre audaz, decidido y consciente del papel que debe cumplir el Presidente de la República". Sus elogios no estuvieron fuera de contexto: la candidatura de Caldera fue para Petkoff, en las circunstancias de 1993, sencillamente imperativa. La distancia entre ambos personajes había empezado a acortarse.
En febrero 1992, Rafael Caldera supo capitalizar la asonada militar liderada en lo mediático por Hugo Chávez Frías. El discurso del ex presidente reivindicó al pueblo y a los militares golpistas ante la opinión pública nacional e internacional.
El MAS se acogió a esa sombra. En la campaña electoral de 1993, surgió Convergencia con Caldera, el nuevo movimiento conformado por Los Caldera, desterrados de Copei. Ni cortos ni perezosos, Teodoro y Pompeyo olfatearon una opción cierta de poder, de hacer fluir dinero de nuevo a sus arcas y sumaron la maquinaria del MAS a la candidatura del caudillo.
Teodoro Petkoff dejó de ser la cucaracha con aspiraciones presidenciales y se convirtió en el ministro chiripa |
El bloque calderista aglutinado en Convergencia adoptó el sustantivo “el chiripero”, como apodo electoral. ¿Ironía o premeditación? Petkoff, la cucaracha de 1984, sufrió una nueva metamorfosis, pero ahora le tocó convertirse en asquerosa chiripa. Fue tenaz, más bien fanático, en su apoyo a Caldera, cuando no se tenía claro el horizonte y Eduardo Fernández parecía una fija para Miraflores.
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