Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez celebraron la victoria del chiripero liderado por Rafael Caldera |
Nunca, como es lugar común decirlo, logró el MAS sobrepasar el mágico 6%, hasta que en 1993, diríamos que más por Caldera que por Pompeyo, Teodoro, Mujica o Puchi, y más por Chávez que por Caldera, lanzaron los dados a la ruleta de la mesa electoral de manera asertiva.
El MAS fue llamado a Miraflores por quien había sido calificado en los años 40 como el enemigo histórico del marxismo-leninismo-estalinismo, manta ideológica que por aquel entonces cobijaba indistintamente a Machado, Fuenmayor, Faría y Márquez. Los tiempos habían cambiado ciertamente, tanto como Caldera, renuente a aceptar la carta de Camdessus, o el MAS, donde la palabra socialismo empezaba a evaporarse.
Con el temprano ingreso de Pompeyo Márquez al gobierno, todo era esperanza y así los primeros tiempos para el MAS con cuota de poder transcurrieron felizmente, apenas oscurecidos por ciertos planteamientos de Petkoff en torno a la escasa participación masista en el equipo calderista.
Más pronto que tarde surgieron dos escollos franqueables, pero muy costosos organizativa y políticamente: la separación de Freddy Muñoz, con argumentos de trampas electorales en la escogencia de las autoridades, y la puja entre los centralistas y los regionalizadores. Entre los primeros destacó Moleiro (a la postre con boleto vacacional) y entre los segundos Tablante, el famoso “naufrago de la canoa” que se vanagloriaba de haber sido el primero en la descentralización. El lenguaje utilizado en ese entonces no era precisamente el del Manual de Carreño, algo que no debe extrañar a quien medianamente haya pertenecido a una cualquiera de las familias políticas.
Moises Moleiro se convirtió en funcionario de Petkoff. Freddy Muñoz prefirió hacer carpa aparte |
De tanto criticar logró que Caldera lo llamara un día para ungirlo como jefe máximo de la Economía y así ver si lograba acallarlo. Le dieron amplios poderes. No vaciló en cuadrarse con los odiados organismos multilaterales a los que tanto combatió. Adelantó la Agenda Venezuela que sólo funcionó en sus cuentas bancarias. Su imagen alcanzó un protagonismo sólo comparable con la del cómico Joselo en sus buenos tiempos. Ejerció cual co Presidente de hecho. Lo que decía era santa palabra en esos consejos de ministros lúgubres y tediosos, que por momentos alegraban el verbo jacobino del ex procurador Petit.
Con la entrada de Petkoff y el anuncio casi paralelo de la Triple Alianza sobrevino la siguiente conmoción masista. En su momento, constituía el gran negocio para Copei, cuya irenización había sugerido Luis Herrera, y a la vez riesgosa operación para La Causa R, enemiga a muerte de cualquier pacto y polo opuesto a Copei; y doble y oportunista jugada de la tendencia teodorista, con el pie izquierdo en Miraflores y el derecho en la oposición herrerista
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