Desde el BCV, Antonio Casas González informaba a Caldera sobre la "conveniencia" de seguir emitiendo deuda |
Casi un año después de los Von Matos y los Bonosushi, durante la primera quincena de octubre de 1997, volvió a la palestra la deuda pública. Una campaña del Ministerio de Hacienda a través de los medios de comunicación defendía vehementemente el canje de bonos Brady por bonos Globales.
El comunicado, en vez de aclarar parecía un trabalenguas. Los venezolanos no sabíamos si llorar o reír, cuando escuchábamos o leíamos la información oficial al respecto. Con el lema: “Venezuela Ganó”, muy pocas personas comprendieron lo que significó una operación que corría de nuevo la “arruga de la deuda” hasta el año 2027, menos aún cuando lo que se corría era una deuda que se vencía en el lejano 2020 y que ya estaba “prepagada” con los famosos colaterales en bonos del tesoro de EE UU.
Al problema se sumó la natural desconfianza del pueblo en las negociaciones y renegociaciones de la deuda externa. Pocos podrán olvidar la confesión de parte de Jaime Lusinchi, cuando dijo que la banca lo había engañado. Y cómo olvidar la siguiente operación en la cual, como por arte de magia, aquel cartapacio de acuerdos de refinanciamiento quedó convertido en papeles o bonos canjeables circundando al planeta y que nos quitaban toda posibilidad de reclamar a quien nos había prestado y refinanciado bien o malamente.
Con la conversión en bonos, estas personas jurídicas o naturales, se volvieron anónimos. Y para colmo, Pedro Tinoco se esmeró en meter dentro de ese saco de refinanciamiento a los deudores privados con las famosas cartas de crédito.
Pedro Tinoco, a su paso por el BCV, había inventado los Bonos Cero Cupón, todo un negoción para su Banco Latino |
Muchas fueron las interrogantes que el país se hizo. Algunas fueron contestadas; otras omitidas: ¿Qué era un bono Brady? ¿Qué era un bono Global? ¿Supo la gente que los Brady eran y son aquellos, precisamente, en los cuales quedaron convertidos los contratos que por lo menos identificaban a los prestamistas con nombre y apellido? ¿Supo el público que no todos los Brady eran o son iguales? Hay bonos Brady con colateral en Letras del Tesoro de los Estados Unidos de América como garantía, por si acaso el país que los emite no los paga a su vencimiento. Y también hay bonos Brady sin esa garantía. Los canjeados tenían Letras del Tesoro de los EE UU como garantía.
Los Globales no la tenían. Además esos bonos Brady eran de los que vencían a largo plazo (en 2020).
¿Cuál era entonces la ventaja para el inversionista? ¿De qué le servía cambiar un bono Brady con su garantía de Letras del Tesoro de EE UU por un bono Global con garantía de pago sólo de la República de Venezuela?
Aparentemente, hasta donde se pudo entender, los Globales ofrecían una tasa de interés más alta en poco más de tres puntos. ¿Y qué más? ¿Cuánto más valían esos puntos para perder la garantía de la Letra del Tesoro de EE UU y recibir su pago total en el año 2027, en lugar de recibirlo en 2020?
¿Cómo entender que la República "logró rebajar" su pago de capital? ¿No se quedaron los inversionistas con los Brady que sí les permiten convertir poco a poco el capital antes de su vencimiento?
Hay otros detalles importantes que no fueron explicados: ¿por qué los bonos Globales se vendieron durante las primeras horas y días como pan caliente a un precio que cayó poco a poco? La respuesta era muy importante, porque ella despejaría las dudas de todo malintencionado que se preguntó: ¿sacarían provecho personal durante esos canjes iniciales los intermediarios en el negocio? ¿Tendrían ellos privilegios por contar con información anticipada de la operación que se iba a realizar?
Para asegurar la transacción, Matos Azócar, junto a Teodoro Petkoff, ministro de Cordiplan, y Alberto Poletto, presidente del Fondo de Inversiones de Venezuela, viajaron el 5 de septiembre de 1997 a Nueva York y Londres a promocionar el programa de refinanciamiento. El 11 de septiembre, Goldman Sachs y Chase Securities, agentes colocadores de los títulos venezolanos, cerraron los libros de órdenes de compras.
Los agentes venezolanos diseñaron un esquema para que el FIV cambiara cerca de 550 millones de dólares de su cartera de Brady Par por bonos globales, y luego los vendiera para ponerlos en circulación y animar a los fondos internacionales a adquirir los nuevos papeles de deuda. La fuerte demanda fue la excusa que obligó al gobierno venezolano a elevar la oferta inicial de bonos Globales, de un millardo de dólares a 4,4 millardos de dólares.
Una semana después, el titular de finanzas públicas anunció las condiciones financieras de los noveles títulos: cupón fijo de 9,25%; calificación de riesgo de Ba2/B+; tasa de rendimiento de 9,933% (325 puntos base sobre las Letras de Tesoro Americano, que estaban a 6,683%); vencimiento en el año 2027.
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