Ramón Hernández, palangrista de formación socialcristiana, siempre ha detestado a Petkoff |
Juan Vené
El segundo fin de semana del mes de agosto de 1997, en la sala de redacción del diario El Nacional todo escurría de información caliche. Narran los periodistas de guardia que el jefe de información, Ramón Hernández, se rebanaba los sesos tratando de buscar titulares impactantes para la primera página.
Al parecer los muertos de sábado y domingo ya hedían en los archivos del mes. Las informaciones económicas ya no sorprendían a nadie desde que Petkoff enfrentaba a los medios y constantemente les enviaba desmentidos y aclaratorias a los periodistas que lo atacaban; y premios y felicitaciones a quienes lo adulaban.
Miguel Henrique Otero y María Teresa Castillo, según Petkoff de no haber sido por ellos, Miguel Henrique hubiese sido barrendero de El Nacional |
Caldera se lo retuvo al llegar a la aduana por haber supuestamente incumplido con los trámites legales. Esto ocurrió en 1995.
Juan Vené es un afamado comentarista deportivo que vive entre Estados Unidos y Venezuela. Además de especializarse en béisbol, fundó y promovió el premio Guaicaipuro de Oro de Venezuela, el primero que tuvo la farándula nacional. Ha publicado sus columnas El Otro Canal de Juan Vené y Juan Vené en la Pelota, escritas desde Nueva York, en diferentes diarios nacionales e internacionales. En las ligas mayores produce un enlatado televisivo que vende a los canales en español.
Con aquél notición en la bandeja, Hernández no lo pensó dos veces. De inmediato se comunicó con sus superiores: los dos directores de El Nacional. Sí: dos directores. Para nadie fue secreto que mientras Miguel Henrique Otero calentaba la silla de la dirección, Alfredo Peña maquinaba la línea editorial e informativa desde su oficina de la Plaza Bolívar, muy cerca de la Gobernación de Caracas, la cual él mismo se encargaría en convertir años después en Alcaldía Mayor.
En aproximadamente una hora convergía en la sede de Puente Nuevo a Puerto Escondido la plana mayor, que incluía al periodista Argenis Martínez, esposo de Mariana Otero, y “pluma” responsable de redactar los editoriales. Printer en mano (así llaman los periodistas a la impresión en papel que se hace de Internet), se procedió a telefonear a Juan Vené, quien amplió algunos detalles suministrados por Sojo sobre el chuleo de Petkoff.
Con el visto bueno de Otero, Peña y Martínez, Hernández procedió. Apenas un párrafo de seis líneas perdido en una larga columna se convirtió en una gran noticia. Parafraseando a Héctor Lavoe: “Fue titular de primera”. Y no pasó mucho tiempo para que se convirtiera “en periódico de ayer”.
Teodoro convocó a la prensa ese mismo día. Su intervención fue virulenta ante las preguntas formuladas por los periodistas con relación al uso del BMW, que fuera propiedad de Sojo.
El ministro de marras, se desbordó, echo mano de todos sus recursos actorales, salió fuera de sí, fue incapaz de controlarse. No sólo acusó al diario de ser responsable de la declaración del pelotero, sino que además afirmó de que se trataba de una suerte de actividad conspiradora urdida por ``Miguel Henrique Otero y sus asesores'', con el fin de lesionar su imagen.
Ese día, entre bastidores, Petkoff bautizó a Miguel Henrique Otero con el mote de bobolongo. Dijo haber conocido a Miguel Otero Silva y sentir un profundo respeto y admiración por María Teresa Castillo de Otero, pero lamentó que el único hijo varón de esa pareja fuera limítrofe. “Es director de ese periódico porque lo heredó, de lo contrario formaría parte del personal de limpieza”, agregó.
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