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Nací en Sofía, capital de Bulgaria, hace ya más de 80 años. Llegué pequeño a Venezuela y usurpé la nacionalidad de acá, lo cual me ha valido mucho. He sido guerrilero, profesor universitario, diputado, ministro, candidato a presidente, editor de periódicos y hasta mujeriego, padre y abuelito...

viernes, 12 de agosto de 2011

El Código Petkoff, la semblanza de un farsante

Teodoro Petkoff y sus hermanos morochos, Luben y Milko,
al poco tiempo de llegar a Venezuela
“Para predecir lo que ha de suceder,
antes hay que observar
lo que ha ocurrido anteriormente”
Nicolás Maquiavelo

Teodoro Petkoff Malec ocupa en la sociedad venezolana, de finales del siglo XX y principios de milenio, el más alto rango de la criolla picaresca. Es decir, un personaje de carácter satírico. Un individuo cínico y amoral. Escribir sobre su vida y andanzas nos lleva a narrar una serie de incidentes o episodios que trascienden los parámetros de la ficción y llegan a cabalgar al paso de una personalidad perturbada y narcisista.

Para muchos, Petkoff es un converso sin parangón. Para otros, no se puede calificar de converso a quien sólo ha militado consigo mismo desde el día en que se reconoció frente a un espejo. Sin embargo, son muchos los adjetivos que lo describen: oportunista, delator, chulo, plagiador, mitómano, ladrón, asesino, machista, egocentrista, prepotente, traidor, cobarde, tramposo, audaz, miedoso, depredador, arribista, trepador... y paremos el glosario de sinónimos de bajeza.

Un personaje generador de odios y frustraciones. Y si no, preguntemos a los pensionados del Seguro Social; a los trabajadores de la extinta Viasa; a los Warao, Arawako, Kariña, Akawaio y Pemón, grupos  indígenas afectados por los negocios de Imataca; a la expropiada clase obrera; a la maltrecha clase media, cuyas tuercas fueron apretadas una y otra vez por el Fondo Monetario Internacional; a los periodistas maltratados y humillados; a los funcionarios públicos aterrorizados y constantemente amedrentados.

Los hermanitos Petkoff recorrían Chacao en bicicletas
Valga párrafo aparte, preguntarle a los familiares de civiles y guardias nacionales asesinados en El Encanto; a las viudas del programa “matemos un policía por día”; a las madres del contingente de jóvenes guerrilleros que siguieron un ideal en la montaña; a los miles de dirigentes encarcelados por delaciones; a los amigos del poeta Argenis Rodríguez; a la mala leche de muchos; y, por último, a la buena leche de Teodoro.

Hoy nadie se atrevería a olvidar que, antes de ser el encargado de hacernos tragar la amarga píldora exigida por el FMI, Teodoro Petkoff combatió a muerte las teorías liberales, capitalistas o como se las quiera llamar. Sin embargo, sólo sus amigos personales y los necios serían capaces de no pedirle cuentas de un pasado en el cual alternaba con torpeza la ametralladora suministrada por,  ahora negado amigo, Fidel  y sus escritos revolucionarios.

Teodoro, en sintonía con Nicolás Maquiavelo, se dio cuenta hace tiempo que su pasado lo persigue. Y que por más que manifieste haber cambiado, los acontecimientos no cambian sino que lo marcan de manera definitiva.

Muchos parecen haber olvidado los tiempos aquellos cuando Don Teodoro era ministro de Caldera, y los jubilados tenían que cerrar las calles todas las semanas para que les homologaran las pensiones.

Hagamos memoria de  cómo las personas de la edad que ahora tiene Teodoro Petkoff , lo consideraban un enviado del mismísimo Diablo, encargado de acabar con los pobres, no sin antes quitarle el último de centavito.

Jamás nos perdonaríamos que se borrara de la memoria colectiva las acostumbradas peroratas de Teodoro Petkoff ante el país, cuando anunció, por ejemplo, en 1997, que su gobierno ``apretaría más las tuercas a los venezolanos''; seguramente no esperaba que ese mismo día la Oficina de Estadísticas e Informática (otrora OCEI) diera a conocer su Encuesta de Hogares por Muestreo, mediante la cual se indicaba que 68,7% de los venezolanos era pobre y 40% no podía adquirir la canasta alimentaria.

Sus declaraciones resultaron no sólo poco oportunas sino, además, antipáticas. ¿A quién se le iba a apretar las tuercas? Al grueso de la población de más de 10 millones de coterráneos que vivía en situación de pobreza extrema en los años 90; a los que no podían cumplir con los cálculos de requerimientos calóricos y nutricionales de 2.200 kilocalorías diarias. Aquellos que ganando el irrisorio sueldo mínimo de 75.000 bolívares mensuales, decretado por su jefe Rafael Caldera, no podían comprar la cesta de alimentos de 90.599 bolívares.

Qué derroche de sapiencia la de Teodoro Petkoff cuando lo nombraron ministro de Cordiplan, (¡al fin gobierno, gracias a Jehová!), parecía recitar de memoria la estrategia de guerra prolongada de Mao, al definir los pasos que daría la Agenda Venezuela: “Que si en abril y mayo la inflación subiría tanto, en junio y julio cuánto, que si en agosto llegaría a 100%, después bajaría para llegar a 2% en diciembre”.

Lo único que pidió fue comprensión y espíritu de sacrificio a la clase media y a los trabajadores. Y de allí al cielo. Sólo que, en cuanto a precios y tarifas, ni la Cantv, ni La Electricidad, ni Hidrocapital, ni los fabricantes de medicinas, ni los caucheros, ni los lecheros, ni los panaderos, ni los carniceros, ni los fruteros, suma y sigue, creen en cuentos chinos.

Pero Teodoro no se quedó a medias, para salvar a Venezuela había que vender la mitad que faltaba y entrar al paraíso neoliberal. Ya habían liquidado CAVN, Cantv, LAV, vendió bancos a precios de gallina flaca, se raspó Viasa.

Teodoro Petkoff pidió ir con todos los hierros a las privatizaciones de CVG, Pdvsa, Petroquímica, Plantacentro, escuelas públicas, universidades, salud, y para rematar hasta Cavim, Fuerte Tiuna y Miraflores.

Petkoff, quien siempre termina peleando con los periodistas, a quienes en privado califica muy mal, incluso a los que se creen sus amigos, es un verdadero karma para Venezuela.

Definitivamente, siempre se ha ubicado en la acera contraria del bienestar colectivo: como candidato; durante su pasantía gubernamental como ministro, como subversivo de salón y como dirigente político de un partido de seudoizquierda.

Es una misión y obligación no permitir que la juventud ignore otras infortunadas acciones de Petkoff en el poder, como haber disminuido la carga burocrática y haber echado para la calle a 50 mil empleados de la administración pública, que ante un marcado nivel de empobrecimiento se convirtieron en una suerte de clase excluida que no aguantaba los aumentos en los servicios públicos; que no soportaba el pago por concepto de teléfono o simplemente las matrículas estudiantiles de sus hijos, las cuales, incluso, en los colegios públicos implicaba cancelaciones superiores a 30 mil bolívares por niño, en un país donde, según la moribunda, la educación básica era gratuita.

Ni que decir de la posibilidad de entrar a una universidad del Estado. El propio Teodoro se declaraba partidario de privatizar los semestres y aplicaba traumáticos recortes al presupuesto de la Educación Superior, despotricando de la elite universitaria, esa misma que se babea ahora con sus jaquetonerías de viejo verde.

Ante los improperios de Petkoff, nos decidimos a escribir estas páginas como un legado para los hombres y mujeres de mala memoria. También para quienes tuvieron la suerte de ser niños durante los años desquiciados de Petkoff, pero que no se merecen la pesadilla de pensar en su regreso al poder de mano de la oposición.

Por nuestra parte, cumplimos con el deber de alertar y desenmascarar a este búlgaro vulgar y recauchado, suerte de corsario funesto de la política venezolana.

Teodoro Petkoff, sirva este libro de tributo a Argenis Rodríguez, quién tuvo la valentía de desenmascararlo; y a muchos otros venezolanos víctimas del sórdido accionar del filibustero.

Valga algún día este epitafio para su tumba:

“Aquí conspira Teo, el candidato frustrado más exitoso de Venezuela”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este triste personaje, non es más que un "digno" representante de la desvencijada, carcomida decadente clase politiquera venezolana y un instrumento que sirve de marioneta a los intereses del imperio.