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Nací en Sofía, capital de Bulgaria, hace ya más de 80 años. Llegué pequeño a Venezuela y usurpé la nacionalidad de acá, lo cual me ha valido mucho. He sido guerrilero, profesor universitario, diputado, ministro, candidato a presidente, editor de periódicos y hasta mujeriego, padre y abuelito...

domingo, 31 de julio de 2011

Chase Manhattan y Goldman Sachs, socios operadores de Raúl Matos Azócar y Teodoro Petkoff en la emisión de bonos venezolanos

Alesia Rodríguez Pardo tuvo la misión de
intermediar el canje de deuda
El 14 de septiembre de 1997, la prensa internacional reseñó la euforia de los ministros de Hacienda y Cordiplan, Matos Azócar y Petkoff Malec, respectivamente, así como de Alesia Rodríguez, quien comando la operación de canje de deuda. Se trató para la fecha de la mayor emisión de bonos realizada por país alguno en Latinoamérica: 4,4 millardos de dólares, y que alargaría a 30 años el vencimiento de parte de la deuda externa.

Los ministros indicaron que la rueda de venta realizada en Nueva York se planteó para un millardo de dólares y la demanda se desbordó a 7 millardos de dólares, lo que hizo cuadriplicar la oferta prevista. The Wall Street Journal indicó en su edición americana: “Los inversionistas devoraron la emisión venezolana de los llamados bonos Globales”, que rescataron bonos y fianzas de los papeles Brady en condiciones que según ese diario constituyó un récord de ventajas en este tipo de colocaciones. Pero la gran incógnita desde un principio, cuando se conoció la operación, fue saber ¿quién ganó?En los mercados internacionales llegó a plantearse que Chase Manhattan Securities y Goldman Sachs, los líderes de la colocación de los bonos Globales venezolanos, fueron los grandes beneficiados en esa operación, debido a que se aprovecharon de la información privilegiada y compraron una porción importante de títulos de la deuda pública venezolana antes del 3 de septiembre, fecha en la que Matos Azócar anunció el plan de refinanciamiento. Así, a través de empresas instrumentales y fondos paralelos la banca de inversión hizo el gran negocio. Algo le dejaría a los operadores políticos.


Los representantes del Chase Manhattan descartaron la versión y aseguraron que ni el grupo financiero ni sus clientes fueron privilegiados en el proceso:

``Nosotros no gozamos de ningún favoritismo. En el proceso de selección de los agentes colocadores concursamos en las mismas condiciones que los restantes 20 bancos de inversión''.

No obstante, otros operadores de los bancos de inversión se quejaron de las limitaciones de información que hubo de parte de Chase Manhattan y Goldman Sachs durante el proceso de recepción de solicitudes de canje de deuda que se dio entre los días 4 y 11 de septiembre de 1997.

Pero, incluso, mucho antes de esas fechas, la negociación se hizo en el secreto de Miraflores. No trascendió ni al Consejo de Ministros. Pero como secreto entre tres dura poco, en el extinto Congreso se enteraron y comenzó el bombardeo. Como de costumbre, en las primeras de cambio, ni Caldera ni Petkoff ni Matos se dieron por entendidos.

Rafael Antonio Caldera hizo como
Shakira: ciego, sordo y mudo en relación
con las negociaciones financieras de sus ministros.
Se dice que su hijo Andrés también estaba en el guiso
Las irregularidades de la operación fueron muchas. Quizás entre las más graves podamos resumir el proceso de selección de los bancos de inversión que participaron, lo cual se hizo meses antes de la colocación de los bonos y fue responsabilidad directa de los ministros; otro de los aspectos cuestionados se refirió a la apertura del libro de órdenes para el canje, cuando Matos Azócar anunció que para ello no se requería la aprobación del Congreso, sin embargo, las operaciones de refinanciamiento debían ser conocidas por el Parlamento, en especial cuando el valor de los cupones aumentaban, y en ese caso pasó de 6,75% a 9,25%; y tal vez el aspecto más cuestionado: por qué se negocia la deuda que vencía en 23 años y que atendía a una tasa de interés de 6,75% lo que significaba un costo anual de 4 mil 441 millones de dólares para pagarla, a raíz del canje de Matos, en 30 años con tasas de interés de 9,25%, y a un costo anual más alto de 4 mil millones de dólares. Es decir, se canjeó deuda cuyo vencimiento estaba muy lejano, mientras los bonos a punto de vencer quedaron en manos de los acreedores.

Escándalo armado, Petkoff salió al ruedo. Dijo que dado el grado de confidencialidad que ameritaba la operación de canje de bonos Brady por bonos globales, no era obligatorio informar al Consejo de Ministro ni al Gabinete Económico y, por supuesto, mucho menos al Parlamento. Pero nada justificó que unos ministros y el propio Presidente se saltaran a la torera los controles impuesto por el Estado para supervisar las actuaciones administrativas del Ejecutivo, dentro del ansiado equilibrio de los poderes. Se despreció incluso al Consejo de Ministros como si hubiera ministros de primera y de segunda, unos de confianza y otros que no lo son tanto.

La explicación sobre la estricta confidencialidad que se exige en actividades de este tipo, fue vista como absurda por la mayoría de los ciudadanos, que no fueron actores sino víctimas de esas transacciones. Nadie del común tenía intenciones de meterse en negociaciones de tales dimensiones. Por lo tanto, no haría uso de esa información ``privilegiada''. Lo absurdo es que quienes sí sacaron provecho de esa confidencialidad fueron, casualmente, quienes exigían mantener en secreto una operación que cambiaba totalmente las reglas del juego y proporcionaría jugosas ganancias (como de hecho ocurrió) a los traders de Nueva York. Amén de las comisiones pagadas a los bancos y los regalos de costumbre y atenciones de lujo que se prestan a los participantes en estos negocios de altísimo vuelo.

El vía crucis se puso en marcha. Ante el empecinamiento de algunos congresistas de interpelar a todos los involucrados en el canje, Teddy comenzó por cuadrar al MAS. Asistió a una de sus jornadas nacionales y allí tras una hora de habladuría de paja, hizo una ardorosa defensa de las directrices económicas del gobierno, y también de la operación financiera de canje de bonos Brady. Criticó al secretario general de Copei, Donald Ramírez, por su posición frente al caso, y lo llamó: “Ignorante de mala fe”.

En su epopéyica defensa, en su colorida y coloquial jerga economicista, Teddy aseguró que la operación con los Brady permitiría ``correr la arruga'' de la deuda hasta el año 2027. Qué ironía, cuando algunos de los responsables de la negociación ya no estarán en este mundo, con excepción, por supuesto, del único venezolano inmortal nacido el siglo pasado, su jefe Rafael Antonio.

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